Es un proyecto integral que entiende la presencia de una quinta de una sola planta de estilo campestre, y alrededor de esta preexistencia y de los principales elementos jerárquicos, como el eje de circulación, las masas arbóreas, y los diferentes elementos del paisaje, y que con este antecedente busque desarrollar dos viviendas unifamiliares independientes que dialoguen y se mimeticen con lo ya establecido, pero que denoten una evolución del estilo y de la arquitectura.

El juego de volúmenes y de composiciones buscan un lenguaje campestre moderno con raíces andinas, y una arquitectura tradicional moderna mexicana, con paredes engrosadas, juegos de vanos y ventanas muy marcados, simetrías legibles así como ritmos de elementos muy identificables. La madera en su expresión natural es el elemento conector con el territorio, pero a la vez ligeras apariciones del metal como elemento constructivo que acentúa un toque moderno e industrial sobre la estética general de las casas.

El programa arquitectónico estimula una espacialidad que busque la integración sobre la planta baja en su totalidad, ubicando al porche como el elemento vinculador entre el adentro y el afuera, y que a la vez la habitación principal quede directamente vinculada con el jardín y la vegetación. Espacios que se conectan entre sí a través de amplias puertas corredizas que desaparecen al interior de las paredes y que marcan una simultaneidad entre lo social formal, lo social informal, el día a día y la cocina, así como con el extenso plano del césped. Visuales que amplifiquen la presencia de skyline de Quito y la avenida Gonzales Suarez, así como de fondo de cuadro una imponente vista del volcán Pichincha en toda su extensión.